martes, 12 de julio de 2016

LA RUPTURA GENERACIONAL




Han pasado quince días desde que se celebraran las segundas elecciones generales tras la legislatura de Mariano Rajoy y los análisis de resultados siguen apareciendo en los medios mientras la situación se estanca, se encasquilla en una especie de calma ecuatorial. Leemos interpretaciones para todos los gustos, algunas de las cuales incluso se atreven a criticar duramente a ciertos sectores del electorado (tabú generalizado hasta hace poco), pero en general tengo la sensación de que los análisis están por encima de la propia realidad, de forma que esta se muestra tozudamente en su forma más ramplona y bizarra.
               Lejos de querer ser aburrido, ofreceré mi propio análisis sobre un aspecto sobre el que pienso que no se ha profundizado lo suficiente: la sorprendente brecha en la intención de voto por edades hacia partidos absolutamente alejados entre sí.
               Creo que una de las opiniones más certeras sobre el tema la ofreció  el prestigioso magistrado emérito José Antonio Martín Pallín en un artículo titulado Cuidado con lo que votas aparecido en eldiario.es. En el citado texto se requería la contundencia de los números para explicar la polarización del voto del PP en toda España. Se recordaba un dato sorprendente y sonrojante: el 33 % de los votantes del país son mayores de 65 años, es decir, unos 11.500.000 millones de personas. También se recordaba un dato machacón y reincidente en las últimas elecciones -también en el 26J-: el 66 % de la citada franja electoral vota por sistema al PP. esto nos da, según Martín Pallín, unos 7.000.000 de votos, es decir, casi un 90 % de los  votos emitidos a favor del Partido Popular que lidera nuestro presidente en funciones. El dato asusta. Podemos dulcificarlo como queramos, pensando en la fluctuación de la abstención, en que se basa en encuestas (los datos de Martín Pallín provienen del CIS) o en tantas variables anecdóticas como queramos, aún así la realidad es que al menos el 80 % de los votos del PP proviene de jubilados.
               En el otro polo de una pirámide de población preocupante se encuentran los jóvenes; la franja de edad de 18/25 consta exactamente de 2.984.122 electores, un exiguo 8 % del total, las encuestas nos dicen que esta franja ha votado en su mayoría a Unidos-Podemos, un pequeño porcentaje (identificado con una ideología más a la derecha) a Cs, mientras que su tanto por ciento al PP es insignificante. Interesa abundar en estos datos leyendo el correspondiente análisis artículo de El Confidencial.
               A esto unimos otro dato bastante reiterado: la abstención de los mayores de 65 años suele ser mucho menor que la de los jóvenes, un factor que he podido seguir directamente gracias a mi propia experiencia como componente voluntario de mesas electorales. Así, en las últimas elecciones, la participación de los jubilados en la mesa donde me encontraba subió asombrosamente hasta cifras de más de un 80 %, mientras los jóvenes que acudieron a votar no fueron más de un exiguo 40 %. No puedo ofrecer estadísticas exactas sobre este término por ser una observación empírica, pero coincide con las medias de datos de muchas mesas electorales españolas. Se cuenta a este respecto que miles de jubilados abandonaron por una tarde sus merecidas vacaciones en la playa o su retiro en el campo para acudir a las urnas, mientras otros tantos jóvenes prefirieron seguir a orillas del mar de junio porque "el agua estaba muy buena". La comparativa del nivel de compromiso entre ambas franjas abruma, como abrumaban las filas interminables de septuagenarios frente a la urna de mi mesa electoral.
               Llegados a este punto hay que concluir que los jubilados de España cumplieron con su tradición y obtuvieron el resultado que esperaban, mientras que los jóvenes (y en gran parte la franja de mediana edad) pecó de inconsistencia o exceso de confianza y ahora lamentan amargamente su error. He de cambiar ahora de registro y recordar las palabras del venerable octogenario Georges Steiner, que en una entrevista aparecida en Babelia con el titular Estamos matando los sueños de nuestros niños, donde se oscilaba entre los estragos de la vejez y las ilusiones de la juventud, aconsejaba sobre la necesidad de dejar que los jóvenes se equivoquen; "...si uno no pude cometer errores cuando es joven, nunca llegará a ser un humano completo y puro". Hablaba también Steiner con una expresión afortunada de "la dictadura de la certidumbre", y en este sentido los mayores no parecen haber tenido miedo a equivocarse, parecen haber votado con mano firme, respecto a los errores de los jóvenes.
               Estoy absolutamente en contra de esa apariencia.
  Los jubilados de España, los ancianos, no han votado a favor de un partido, sino en contra del partido de los jóvenes de su país. El mensaje del miedo esgrimido por el PP ha hecho mella en sus imaginarios caducos, en sus recuerdos de guerras pasadas, y han votado no con criterio firme, sino con mano temblorosa. Y se han equivocado. No solo eso; han sido terriblemente egoístas e ingenuos, ruines y cortos de miras, porque han permitido que el criterio de una generación que ya ha agotado su tiempo, que se va, que hizo su vida en el pasado, pero no permanecerá en el inmediato futuro, condene a la penuria al único tesoro cierto que le queda a este país: su juventud. Con un 50 % de paro entre los menores de 35 años, con unas políticas miopes y cainitas que han condenado al exilio a cientos de miles de jóvenes sobradamente preparados, con una ley de educación que sólo persigue como futurible la inserción precaria de mano de obra barata, el Partido Popular ha convencido al 80 % de su electorado: los ancianos y jubilados de España.
               Votando a un partido esencialmente corrupto que ha devastado España, estos jubilados han creado una ruptura generacional inédita que permanecerá irresoluble durante largo tiempo.
                              Los jóvenes se quedaron en casa esta vez, unos por inercia, otros porque no terminaban de decidir su voto a la izquierda, otros por rebeldía adolescente, otros, en fin, porque estaban en plena etapa final de exámenes o comenzaban unas agotadoras oposiciones y no valoraron el tiempo del voto. Se equivocaron y lo saben, pero, como Steiner, pienso que hay que perdonar sus errores y darles al menos una oportunidad; los jubilados de este país, en una vergonzosa mayoría, no lo han hecho; han votado, sin duda, con la mano derecha, pensando solo en ellos mismos, en sus míseras pensiones que además ahora van a ser recortadas, pensando únicamente en sueños caducos, en fantasmas del pasado, en monigotes de trapo diestramente agitados por ilusionistas. Vaya por delante mi admiración a ese otro 33 % que no se dejó engñar por una dantesca campaña del miedo.
               Lo peor de estos mayores adictos al PP no es que hayan votado estúpidamente, lo peor es que no han estado en su lugar, no han ejercido de abuelos, lo peor es que al votar a la contra, reaccionariamente, han condenado a toda una  generación de nietos, y eso sí que no se puede perdonar.