sábado, 1 de noviembre de 2014

URNAS FÚNEBRES: DEMOCRACIA EN SUSPENSO


Hoy celebramos la festividad del Día de Difuntos (aunque en las calles me encuentro decenas de niñas vestidas de bruja diciendo que son amigas del diablo). En cualquier caso, el ambiente luctuoso parece extenderse a todos los ámbitos.

Desde hace meses, la idea de la muerte de nuestra democracia, la muerte de la Constitución de 1978, la desmembración o disolución del estado, se extiende como la pólvora. En la anterior entrada se habló de la muerte del voto como instrumento de la democracia representativa, y se insinuó la necesidad de avanzar mediante una nueva concepción del voto o de la libre participación del pueblo hacia una democracia directa. Tal idea, que parecerá extravagante a algunos, no es tan extraña; se practica parcialmente en países tan solventes como Suiza.; incluso en Estados Unidos, el paradigma en Occidente de la democracia representativa, existen fórmulas, como los “town meetings”, en la mayoría de los estados, que permiten la toma directa de decisiones por parte del ciudadano. En la era de la eclosión de las redes sociales, es inaudito que muchos estados del mundo desarrollado sigan sumergidos en la limitación de la democracia representativa, recortando, impidiendo u ocultando las posibilidades que las propias constituciones dejan en sus artículos a la participación activa del pueblo.

La citada Constitución Española del 78, esa misma que bajo la excusa de su propia protección ha sido vejada y pisoteada en los últimos años, contempla en su artículo 23.1 el derecho de los ciudadanos a la participación directa en los asuntos políticos como alternativa al modelo representativo. El olvido de este artículo y del propio preámbulo de la Constitución ha permitido encastillarse al actual gobierno del PP en una negativa constante a consultas de variado color desde Comunidades Autónomas tan dispares como Cataluña o Canarias. El tema está demasiado presente en los medios de comunicación como para que abundemos en él. Las consultas ciudadanas no vinculantes deben ser permitidas porque el espíritu de la Constitución Española así lo exige, y porque están reflejados en sus títulos. Que estemos o no de acuerdo con lo que se vota o propone a modo de consulta, referéndum o plebiscito es siempre secundario. Se habla desde el gobierno de dejar en suspenso tal o cual consulta mientras el Tribunal Constitucional decide, se habla de votos antidemocráticos, en una de esas increíbles paradojas que vimos en nuestra anterior entrada, reflejo del amor-odio que los perseguidores del poder tienen hacia el sistema que les permite obtenerlo.

Todo argumento es baladí, todo carece de sentido, toda defensa, por parte del gobierno, de nuestra moribunda democracia es una farsa, un simulacro más.

Lo cierto es que la Constitución Española permanece realmente en cuerpo presente, en animación suspendida, desde que en agosto de 2011 los dos partidos mayoritarios, con extremadas prisas y un antidemocrático golpe de estado neoliberal entre las manos, forzaran la modificación del artículo 135 para permitir un límite de endeudamiento público impuesto por la presión de los mercados. La reforma de este artículo cambiaría radicalmente el espíritu de nuestra constitución, garante de un “Estado social de derecho”. Después de 2011, este “Estado” se convierte únicamente en una máquina ciega cuyo objetivo principal es el pago de la deuda pública. Esto atenta de lleno contra nuestra Constitución, que en el segundo párrafo de su Preámbulo  alude a su función de garantía de “un orden económico y social justo”; desde el inicio, todo queda laminado de cuajo.  No en vano, desde entonces España es, junto a Portugal y Grecia, el estado con menor gasto público social de Europa. Y todo esto sin consulta alguna a los ciudadanos, negando todo derecho de decisión a los mismos, puesto que cualquier reforma constitucional se debía hacer bajo referéndum.

Por tanto, hoy por hoy, y como dije en un artículo de hace justo un año (ver Zombis, vampiros y otros simulacros democráticos) el Estado Español se ha convertido en un cadáver en animación suspendida, mesmerizado antes de su propia muerte, que se sostiene por medios anormales, una cáscara inerte que esconde (y cada día el mal avanza) un insoportable océano de putrefacción y corrupción. Que sus propios asesinos pretendan defender  esta Constitución Amortajada impidiendo consultas directas al pueblo, del tipo que sean, es simplemente un sainete.

El giro radical ante esta situación de cuerpo presente se impone. En todo caso, si no es posible una refundación radical del sistema, se deben buscar modos participación democrática acordes con nuestro tiempo. Así, el e-voto, fácil de desarrollar e implantar siempre que se preserve el anonimato y la seguridad. Plataformas como Agora Voitng o Appgreee lo hacen posible en pequeños ámbitos. Si no está institucionalizado ya a nivel estatal es por el miedo que levanta entre nuestra estirpe (lo prefiero a “casta”) de gobernantes y falsas plañideras que asiste al entierro de nuestro Estado Social.

Es fundamental la implantación de la “revocatoria”, mediante la cual los ciudadanos por voto directo pueden destituir a un gobernante que no está cumpliendo con sus funciones. Es posible que en España, un país con tanto voto cautivo y con una forma tan conservadora de entender el juego democrático, esta medida no fuera muy efectiva, pero no teman los asistentes al sepelio, las encuestas vaticinan que los dolientes aprenden rápido: ningún partido con ambición de gobierno tendrá nada que hacer si no implementa esta y otras muchas medidas de democracia directa.

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