sábado, 30 de noviembre de 2013

NIHILISMO MERCANTIL


Terminamos con esta entrada una serie de tres sobre la paulatina transformación de la metafísica occidental en puro culto al capital. En artículos anteriores relatamos de manera sucinta el proceso que desde Grecia ha llevado a esta extenuante apoteosis (que puede ser entendida también como decadencia, pues su momento estelar podría coincidir precisamente con el principio de su desaparición). Vimos como las nobles Ideas de Platón derivaron pronto en la vulgarización del mundo de los arquetipos, sustituido por la idea excluyente de un Dios único. Vimos también como los Universales (y entre ellos los relativos a la idea misma de Hombre y sus derechos) caían en descrédito tras la crisis de la Modernidad, precisamente porque se dejaba de creer en ellos al fallar la base del mundo real en lo que Heidegger llamara “olvido del Ser”. Vimos también como en la fase de la mal llamada Postmodernidad, todos aquellos “metarrelatos” que sostenían una civilización renovada en la época de la Ilustración terminaban por desmoronarse dejando como único legado la preponderancia del Capital sobre cualquier contenido de saber humanista, una suerte de Nihilismo Mercantil.
Vivimos en las cenizas, en los escombros de aquellas viejas construcciones, lo que ocurre es que todavía no nos hemos dado cuenta, puesto que las estructuras funcionan –como he sugerido en otras ocasiones- a modo de artefactos zombies: Estado, libertades del individuo, Leyes Universales. Se llama artefacto, a uno o más pixels corruptos o carentes de datos dentro de una imagen digital; bien, pues a ese tipo de artefactos me refiero, simulacros de información, apariencias vacías de verdad o de sentido. Puede el lector bucear en la idea leyendo la entrada http://jumilla-amalgama.blogspot.com.es/2012/11/zombis-vampiros-y-otros-simulacros.html.
La conversión del Valor de Cambio en un ente autónomo separado de toda realidad física es un hecho, un momento fundamental en la victoria del Nihilismo en occidente. Las enormes convulsiones que han afectado al sistema financiero mundial no son sino algunas de las consecuencias, cuyo análisis sucinto ensayé en http://jumilla-amalgama.blogspot.com.es/2012/06/hijos-de-goldman-sachs.html.
Las manifestaciones de esta apoteosis de la metafísica no sólo se observan en la creciente ventaja del mundo digital –o virtual- sobre el real (proceso sobre el que han corrido tantos ríos de tinta negra o flujo de datos en pantallas que no pasaré de la cita); o en la burocratización infinita de los Estados -totalitarios o no-; o en la conversión paulatina de las relaciones humanas en procesos de intercambio de datos en redes sociales, circunstancia sobre la que llama la atención Dolors Reig en una reciente y muy interesante tertulia en el programa, impagable programa de La 2, Torres y Reyes, cuando dice que las redes sociales son muy atractivas al ser humano, pues el hombre es comunicativo por naturaleza, ver http://www.rtve.es/alacarta/videos/torres-y-reyes/torres-reyes-homo-interruptus/2180330/
No, las pruebas de esta fase avanzada, coincidente con la época del “Capitalismo Triunfante”, anidan en los detalles más nimios. Así, la reciente imposición a los usuarios de varios bancos y cajas (léase, por ejemplo, Banco Sabadell y La Caixa) de una comisión que grava las imposiciones en efectivo. Es decir, que sea o no sea cliente directo del banco, aquella persona que necesita realizar en persona un ingreso es penalizada con dos euros. Y digo penalizada porque, según todas las consultas que he podido realizar, la medida no tiene justificación alguna ni aparece reflejada a modo de recibo en el documento de ingreso. Se han dado situaciones verdaderamente draconianas en estas entidades: personas que debían ingresar tasas para (pongamos como ejemplo) asociaciones sin ánimo de lucro cuyo montante no era superior a euro y medio se veían obligadas a abonar los dos euros.
Me resulta especialmente gratificante hacer el viaje de esas alturas metafísicas a la realidad más sencilla e inmediata, no sólo porque admiro el modo de filosofar existencialista, aquel estilo de pensar que admiraban los discípulos de Sartre cuando hacía filosofía de una taza de café, sino precisamente porque pone más en evidencia el escándalo del absurdo en el que nos encontramos. Los bancos tan sólo aspiran a dejar de ver a sus clientes y despedir a sus empleados, para convertirse en entidades fantasma pero absolutamente necesarias para la supervivencia del sistema, organismos agazapados en las interioridades de las redes sociales, sin un lugar físico al que dirigirse salvo la sede central impenetrable tras un sólido muro cortina estilo Mies Van der Rohe: esos bloques de los distritos financieros son posiblemente el símbolo más perfecto, el reflejo más estilizado de esta etapa última de la metafísica. Lo curioso es que los pálidos usuarios apenas aciertan a exteriorizar sus quejas, argumentando que otros bancos no cobran la comisión, sin saber que, en realidad, la imposición de la tasa, desde su primera aparición, ya había conquistado el territorio de combate.

Está cercano el momento en el que ese dinero virtual experimente su independencia total de los objetos, de los Valores de Uso, posiblemente entonces la Metafísica del Capital haya cerrado el ciclo. ¿Y después? Nadie lo sabe, pero es bueno recordar a Nietzsche, un atleta del Nihilismo, que parece diseccionarnos desde el pasado cuando dice en Crepúsculo de los Dioses: Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado?, ¿acaso el aparente?... ¡No!, ¡al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente!”.

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