domingo, 7 de abril de 2013

APOLOGÍAS DEL EGOÍSMO




A mediados del siglo XX comenzó a extenderse una tendencia para-filosófica llamada objetivismo propagada por una escritora nacida en Rusia y naturalizada en Estados Unidos que usaba el pseudónimo de Ayn Rand. El objetivismo era una apología nada disimulada del egoísmo, que abominaba de toda forma de intervención gubernamental en la vida pública y terminaba propugnando una especie de darwinismo social basado en el capitalismo salvaje más exacerbado. Muchos personajes influyentes de la escena norteamericana se dejaron influir por esta tendencia, entre ellos Alan Greenspan y un buen número de asesores cercanos al presidente Reagan. El rastro de esa influencia se aprecia hoy en día en las ideas del Tea Party, movimiento ultraderechista que tiene sus manantiales de voto en una clase media venida a menos que busca culpables en las clases menos favorecidas y en los inmigrantes, y que acusa al gobierno de un intervencionismo sesgado hacia esas masas sociales. Según Ayn Rand, la caridad es inmoral y el egoísmo racional una razón de vida, según el Tea Party la seguridad social es un peso muerto para el estado que rescata a gandules y perezosos. La existencia del Tea Party es un buen ejemplo de cómo la decadencia de una clase social va muy ligada a la falta de argumentos intelectuales sólidos y a la disolución de sus propios valores que, o simplemente ya no sirven o han sido sustituidos por proclamas populistas de trazo grueso.
La orgullosa Europa miraba con desprecio la ascensión del movimiento Tea Party en la seguridad de que sus viejas meta-narrativas serían suficientes para aguantar el deterioro y desestructuración de una clase media ilustrada, intelectualmente sólida, que ha perdido su influencia en las altas finanzas y los medios de producción pero sigue controlando gran parte de su peso en el sistema de democracias liberales. Esa presunción ingenua ha resultado fatal para las clases medias europeas. Como ya comenté en una entrada anterior, http://jumilla-amalgama.blogspot.com.es/2012/02/la-estrategia-del-lemming.html, Europa parece caminar a una especie de suicido social en el que tiene mucho que ver una nueva clase, que ha adoptado varias de las tesis del movimiento Tea Party, bautizada por la Fundación Friedrich Ebert como el “precariado”. Es difícil precisar como clase social lo que son varios grupos heterogéneos, pero el “precariado” engloba ya tanto a desempleados de larga duración o trabajadores de alta cualificación que desempeñan trabajos muy alejados económica y socialmente de sus expectativas como a universitarios en paro. Poco a poco, el “precariado” crece, y acoge retazos de la ya casi desaparecida clase media (ver el artículo de Ramón Muñoz, “Adiós, clase media adiós” en http://elpais.com/diario/2009/05/31/negocio/1243775665_850215.html). Pero lo llamativo de esta nueva clase social no es su creciente heterogeneidad económica y social, sino su paulatina uniformidad cultural, su capacidad para absorber las frustraciones, el nihilismo, la precariedad de valores y el resentimiento de diferentes capas de un tejido social desmoronado. Según Andrés Ortega en “El regreso de la lucha de clases” http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/02/20/vidayartes/1329766843_742941.html, el “precariado” acumula a una cuarta parte de la población adulta, personas que “no votan ni emiten votos protesta y desconfían de las instituciones políticas”. Los miembros de esta nueva casta son descritos aquí como “nómadas urbanos”, gentes que nada tienen en común salvo cuatro rasgos: la ira, la anomia, la ansiedad y la alienación, características éstas que llevaron al poder a más de un partido fascista en los años treinta del pasado siglo. En esto se diferencia del llamado “proletariado clásico”, una clase social en trance de desaparición, no por falta de rasgos económicos, sino culturales y sociales. Los nacionalismos, los populismos y cualquier tipo de autoritarismo incipiente reclaman ya su botín. Pero lo peor no eso, sino que, como hemos insinuado, la clase media desbancada, los profesionales liberales, grupos de funcionarios, se acercan a esta especie de clase sin clase que es el “precariado”, y se observan los primeros indicios de un Tea Party europeo que hace gala de un desprecio militante de lo colectivo, de lo público, que dispara contra los políticos corruptos siguiendo la moda de los “indignados” pero olvida a los corruptores, empresarios y banqueros enriquecidos a la sombra del capitalismo salvaje desregularizado. Son responsables de un giro inconsciente de grupos de ciudadanos pobres e indefensos hacia la derecha, pero a un tipo de derecha irresponsable e inculta, falta de argumentos y vacía. Alain Garrigou, en el nº 209 de Le Monde Diplomatique en español, da algunas claves en “Lo que ellos llaman derechización”, un extenso artículo sobre el que regresaremos en la próxima entrada, baste citar el siguiente párrafo: “La danza de los prejuicios, en la que una vulgata neoliberal se fusiona con un sentido común grosero, contribuye a la derechización de las mentalidades cuando glorifica el egoísmo”. Los nietos de Ayn Rand, desarmados, desilusionados, resentidos, ignorantes, ingenuos, caminan hacia la autodestrucción de la mano de una apología ciega del egoísmo.

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