sábado, 9 de junio de 2012

TIEMPO DE DESTRUCCIÓN



Se cumplen ahora 50 años de la publicación, en 1962, de “Tiempo de Silencio”, la novela de Luis Martín-Santos que rompe con el realismo social de la época e introduce claramente la renovación  literaria iniciada por James Joyce. La obra apareció mutilada, y hasta después del franquismo no se pudo leer entera, pero Martin-Santos murió sin terminar otra obra más oscura y pesimista, “Tiempo de destrucción”. En ambas, el autor nos ofrece una visión existencialista de un género humano sumergido en la miseria de su condición como “estado de yecto”, como dejado caer en un mundo que lo subyuga. Fue una versión muy hispánica de los conceptos acuñados por Martin Heidegger. 
Mientras reflexionaba sobre la vigencia actual de Martín-Santos, en un mundo a todas luces dominado por la “caída del hombre”, cayó en mis manos un libro que no esperaba, “Delito de Silencio”. Se trata de un pequeño manifiesto escrito por Federico Mayor Zaragoza. Me sorprendió gratamente encontrar en este autor las mismas ideas, sólo que todavía más firmes, más claras y radicales, que en pequeños textos anteriores aunque prácticamente contemporáneos de Stephane Hessel o José luís Sampedro. Los autores anteriores han sido vilipendiados con frecuencia por la “inteligencia” oficial, esa nube de comentaristas políticos sin ninguna idea original, con una nula claridad de criterios que no coincidan con los intereses económicos de las plataformas mediáticas que los alimentan. Ese rebaño de mediocres que menudea por los platos televisivos aparta de su lado como algo incómodo textos firmados por un compromisario de la Declaración Universal de los derechos Humanos, diplomático de larga carrera, como Hessel, o declaraciones de un Catedrático en Economía por varias universidades europeas, galardonado con los más importantes premios españoles del mundo de las letras, como Sampedro, que ha publicado numerosos libros, y últimamente en torno a la idea de “economía humanista”, peligroso pecado que le ha llevado a ser denostado por los convencidos de la excelencia del actual modelo neoliberal. A esos convencidos se refiere Mayor Zaragoza en 2011 cuando dice que
“Ha llegado el momento de impedir y sancionar el acoso que el <mercado>, a través de conspicuas agencias de <calificación>, ejerce entre los políticos, <rescatadores> empobrecidos que deben aplicarse, a riesgo de hundimiento financiero, en recortar sus presupuestos. Los que preconizaban <menos estado y más mercado>, asegurando que éste se autorregularía y que se eliminarían los paraísos fiscales, deben rectificar públicamente y corregir los graves desperfectos ocasionados.”
 Más adelante aboga Mayor Zaragoza por la supresión de las plutocracias nacidas en la era Reagan y una regeneración completa de organismos como las Naciones Unidas. No he oído a nadie todavía criticar a Mayor Zaragoza de izquierdista radical, de ingenuo utopista o de vaya usted a saber qué otras cosas que la “inteligencia” neoliberal se inventa para desacreditar voces coherentes y serias. Recuerdo haberlo escuchado en 1998 en El Escorial junto a José Antonio Marina; allí defendía ya, frente a cientos de estudiantes de Bachillerato, la enseñanza pública contra los ataques que se cernían sobre ella. El tiempo parece darle tristemente la razón. Pero Mayor Zaragoza fue Diputado en el primer parlamento de nuestra transición,  Ministro de Educación entre 1981 y 1982, Diputado en el Parlamento Europeo y Director General de la UNESCO entre 1987 y 1991. Es conocido que Mayor Zaragoza es miembro del Opus Dei. Quizá por todas esas razones no lo quieran demonizar los rebaños mediáticos, quién sabe. Lo que sí debemos tener claro es que el Delito de Silencio nos lleva directamente al Tiempo de Destrucción; lean pues a Mayor Zaragoza.

1 comentario:

  1. Publicado originalmente en el semanario Siete Días el 7 de junio de 2012.

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