domingo, 13 de mayo de 2012

A FAVOR DE LA PRENSA ESCRITA



Se ha celebrado recientemente el Día Mundial de la Prensa Escrita; distintas agrupaciones de periodistas han denunciado la falta de transparencia de las instituciones públicas y la reducción de la libertad de expresión a que está siendo sometido el sector. Algunos medios hablan ya abiertamente de censura.
Algunos autores quieren establecer una comparación entre la prensa seria y las redes sociales, con el argumento de que estas aportan inmediatez e independencia. Esta comparación supone un reduccionismo de la situación. Las redes sociales ocupan un espacio totalmente distinto en la formación de la opinión pública, son una desordenada amalgama de puntos de vista particulares que enriquecen nuestra perspectiva pero que no tiene garantía de veracidad, ni medios para contrastar sus informaciones, ni asociaciones, federaciones, reglas de autocontrol, como la prensa escrita. En la formación de ciudadanos que quieren profundizar en las estructuras y mecanismos del mundo en el que viven, y asumir su capacidad de interacción y de influencia hacia el resto de sus semejantes, las redes sociales no son la panacea, sino más bien una parte de la solución. Conviene recordar las palabras de Ángel Gabilondo (cuánto habremos de echar de menos a aquel breve Ministro de Educación). Presentaba Gabilondo el pasado 9 de marzo en RNE su último libro, “Darse a la lectura” y nos confesaba: “A veces pienso que la red también es un gran santuario de soledad”. Aquí estriba otra diferencia radical de la prensa escrita respecto a otros medios: la lectura de un diario es un hecho social, una labor íntima y a la vez pública que realizamos en compañía, en un bar, desayunando en casa, al sol junto a los vecinos. Creo que es posible, y necesario, un modelo mixto donde cada medio ocupe su terreno, donde cada formato pueda desarrollar su ritmo, su tempo, su modo de leer, de intercambiar. Pero es también necesario mantener medios que obedezcan unas reglas y que puedan, como hace unos días, elevar su voz conjunta contra los abusos. De igual forma que sin sindicatos desaparecería la cohesión social en el mundo del trabajo, sin prensa seria moriría buena parte de la cohesión democrática de la sociedad.
Hace unos días recibí un correo que me llamó especialmente la atención, enviado por el veterano periodista Manuel Gea.  El citado e-mail contenía una nutrida selección de portadas de Hermano Lobo, la emblemática revista que acogió en sus filas a clásicos como OPS, Chumi Chumez, Peridis o Summers. Desde 1972, Hermano Lobo preguntó con descaro, acusó con salero, reivindicó con humor (dentro de lo que cabe, como ellos mismos decían), en los estertores de una dictadura inmóvil, por la libertad sindical, por la amnistía, por el verdadero origen de la crisis, por la necesidad de los estatutos de autonomía, por la libertad de asociación, de reunión, de expresión, e incluso por cosas que los medios actuales no se atreven a nombrar. El periodista preguntaba si era verdad que habían pasado 37 años, porque no lo parecía. El lastre más importante de una parte de la prensa escrita nacional actual, no nos engañemos, es la autocentura, la sumisión al dinero fácil, la falta de de pasión, la parcialidad descarada, a veces ridícula. Esa es la prensa que hay que cambiar, pero cientos de medios escritos a nivel local, regional y algunos a nivel nacional, siguen desarrollando una labor seria, comprometida y difícil que merece la atención del ciudadano que pretenda analizar la realidad con un mínimo de seriedad.

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