martes, 21 de febrero de 2012

UN RECUERDO PARA FALCONE


Hace ahora veinte años, el juez Giovanni Falcone, que ejercía en la ciudad de Palermo, fue asesinado cerca del aeropuerto que hoy lleva su nombre. El crimen por el que la Costa Nostra cumplió su sentencia fue la apertura de varios procesos contra la mafia que sentaron en el banquillo a 474 acusados, de los que 360 fueron encontrados culpables. El trabajo de Falcone fue inmenso, y dio lugar a nuevos procedimientos judiciales en el trato de asuntos de corrupción y crimen organizado que, a raíz precisamente de su eficacia, fueron criticados por los tibios compañeros de profesión del juez. Quizá el recurso más famoso fue el interrogatorio a los llamados “arrepentidos”, entre los que se encontraban tanto matones como abogados y contables a sueldo de la Cosa Nostra. No fue el único ni el más criticado. El éxito a nivel internacional del proceso iniciado por Falcone hizo que fuese bautizado con el apelativo de “juez estrella”, que ha hecho fortuna. Es seguro que el palermitano no gustaba de tal apodo, su filosofía se basaba en cumplir con el deber fueran cuales fuesen las consecuencias. A partir de 1987, Falcone se vio invadido por una nube de zancadillas y codazos dentro de su propio oficio que lo llevaron a la más absoluta soledad; él sabía muy bien lo que significaban tales señales, por eso declaró: “Soy un hombre muerto”. Fue apartado violentamente del acceso a Fiscal Jefe de Palermo, los medios de comunicación del aparato comenzaron su labor de erosión, y fue acusado por sus propios compañeros de usar a los colaboradores para fines personales. En 1989 se encontraron 23 kilos de explosivo en su casa de vacaciones: fue acusado de simular un atentado. La trilogía clásica de la mafia; amenaza, desprestigio, asesinato, ya estaba en marcha. Falcone jamás cedió. Rodeado permanentemente de guardaespaldas, el incorruptible Falcone fue nombrado en 1991 Director General de Asuntos Penales por el nuevo ministro del interior italiano. Esta vez, la orden fue reactivada hasta las últimas consecuencias: como nadie podía acercarse a él, se tuvo que idear un asesinato desde lejos que destruyó medio kilómetro de autovía en la localidad de Capaci, y de paso el coche blindado de Falcone. Hoy se investiga la complicidad de ciertas facciones del gobierno en el asesinato. Meses después caía Paolo Borsellino, colaborador y sucesor de Falcone. Hoy ambos son héroes nacionales en Italia.

En 1989, Borsellino escribía: “Los poderes disciplinares de diversos órganos administrativos, los ayuntamientos o quien sea deberían, en consecuencia, sacar las conclusiones oportunas de estos acercamientos entre políticos y mafiosos, que no constituyen un delito pero que dejan en entredicho la fiabilidad de la gestión pública del imputado (…) No basta ser honrado: hay que demostrarlo”. Su tesis de que los políticos no dejaban de ser culpables aunque los tribunales no pudieran condenarlos fue quizá su sentencia de muerte.

Demasiadas coincidencias, demasiados ecos, demasiada corrupción. Baltasar Garzón confesó en su día que Giovanni Falcone era su modelo. Descanse en paz.

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