martes, 21 de febrero de 2012

TÀPIES, BEUYS Y LA POLÍTICA COMO ARTE



Al comienzo de esta semana nos ha dejado a los 88 años Antoni Tàpies, el artista español más importante de la segunda mitad del siglo XX. A pesar de la radicalidad de su pensamiento y de su obra, sus cuadros de muros y paredes, de relieves y texturas monocromas, han llegado a ser del agrado de aquellos que no son “entendidos en arte”, y eso no es por casualidad. Tàpies pertenecía a esa reducida clase de creadores con un discurso filosófico firme e inquebrantable, que en el caso del artista catalán se basaba en la filosofía zen. La clásica tendencia budista a la no intervención no impidió que diera con sus huesos en la cárcel durante el régimen franquista, ni que tuviera un posicionamiento dentro de la izquierda nacionalista. Los llamados “artistas del compromiso” cada vez son más difíciles de encontrar, en gran parte porque hoy esa forma de entender la práctica artística se ha visto esencialmente desplazada por el sistema del mercado del arte. Eso no quiere decir que la influencia de estos creadores no sea clara en nuestros días.

Quizá el más conocido de los artistas que trabajaron en esta línea sea el alemán Joseph Beuys, casi contemporáneo de Tàpies, nacido en 1921, superviviente de la Segunda guerra Mundial que, al igual que el catalán, llegó tarde y de manera accidental al arte. Eso no impidió que se convirtiera en uno de los profesores de la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, ni que su prestigio entre el alumnado traspasara fronteras. Como Tàpies, que sin embargo jamás enseñó, alcanzó fama de chamán, de extraño mago de la materia, pero también de importante agitador social y, cosa más insólita, de destacado renovador político. Para Beuys, la política era arte, pero no en el sentido figurado de la palabra; una acción de tipo social o político era semejante a una escultura, en tanto el destino del hombre era esencialmente ser artista. El alcance que tuvieron sus singulares creaciones artísticas atestigua que en gran parte no le faltaba razón. Su compromiso comenzó con la fundación del Deustschen Studentenpartei, un partido universitario; siguió con la Organización para la Democracia Directa mediante el Voto Popular en 1971 y con la Universidad Libre Internacional para la Creatividad y la Investigación Interdisciplinaria en 1977. Fue expulsado de la Universidad y forzó su vuelta con la garantía de plena libertad de cátedra. Pero su logró más conocido fue la fundación del llamado “Partido de los Verdes”, con el que fue diputado en el Bundestag, que pronto traspasó la frontera alemana y se convertiría con el tiempo en la única alternativa real europea ( en algunos estados como gobernante) a una forma de hacer política uniforme, gastada, ineficaz y, sobre todo, peligrosa. El Partido de los Verdes fue en su día la única fundación alternativa a los dos bloques hegemónicos, y hoy sigue siendo, aunque con sus bases fundaciones algo devaluadas, una excepción ante la práctica de la política entendida como mercancía

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