martes, 14 de febrero de 2012

MISERIA SOCIAL




Aunque no soy partidario del abuso de las cifras estadísticas en las disciplinas que forman el cuerpo de las llamadas Ciencias Sociales, en tanto impidan la asunción de un método específico para las mismas, tantas veces propugnado por diversos autores, tengo que decir que el texto de hoy se verá invadido por la estadística en toda su extensión. La evidencia que aporta la misma al tema así lo requiere.
El pasado marzo, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), lanzó en su barómetro el tema de la implicación social de los españoles, del voluntariado y de la pertenencia a asociaciones sin ánimo de lucro. Aunque el núcleo del barómetro mensual es la política, y últimamente también la economía, una parte del mismo se centra en sondear ciertos temas concretos aparentemente de menor interés para el ciudadano. Sinceramente pienso que la colaboración social debería ocupar más espacio y aparecer con más frecuencia en las encuestas del CIS. Y es que las conclusiones que podemos extraer en ellas sobre la salud social del país son tan rotundas que llaman a la alarma. Así, la pregunta nº 7 sondeaba la asistencia de los españoles a reuniones para realizar actividades colectivas o su participación –por el bien de la comunidad- en recogidas de firmas, limpiezas de parques o similares. Entre un 74’5 % y un 75’7 % de los encuestados respondió no haber participado jamás. Más de la mitad de los encuestados no ha pagado jamás una cuota de una organización sin ánimo de lucro (entre las que encontramos las ONG’s, pero también las asociaciones de vecinos y similares). La pregunta nº 8 se centraba en el voluntariado social, por supuesto sin remuneración. Entre el 87% y el 96’7 % de los encuestados declaró no haber realizado jamás las siguientes actividades de voluntariado: ayudar a personas en exclusión social o con discapacidad y dependencia, cuidar de personas enfermas, trabajar de voluntario en medio ambiente o cuidado de animales, cooperación al desarrollo o protección civil. Las cifras hablan por sí solas, y más si las comparamos con Alemania, donde los jóvenes invierten una tarde semanal en cuidar ancianos de su comunidad.
Si olvidamos por un momento la miseria económica a la que nos abocamos, quizá nos aparezca con más claridad la absoluta miseria social española que esta encuesta pone en denuncia. Un país, paradójicamente, que vivió serios periodos de carestía donde la ayuda mutua entre vecinos y ciudadanos fue esencial para la supervivencia de miles de personas, y que hoy, en una aparente burbuja de bienestar, se permite dejar en manos de un estado cercado cuestiones de primera necesidad con una alegría e inconsciencia verdaderamente preocupantes. Damos la espalda a actividades que sólo ejerciendo como ciudadanos responsables pueden ser resueltas, mientras un pequeño número de españoles comprometidos hacen las tareas por nosotros, y aún nos atrevemos a exigir a esas personas que trabajan por pura responsabilidad social mejor gestión, mayores resultados. Por ejemplo, tan sólo el 15’8 % de los españoles está afiliado a un sindicato frente al 60 % de todos los países nórdicos o el 40 % de Alemania. Sin embargo, somos muy críticos con estas agrupaciones que suelen resolver problemas a personas que jamás se han afiliado. Eso sí, las elecciones sindicales registran entre un 70% y un 75% de votantes, más que las destinadas a elegir representantes políticos. Es decir, que en realidad sí confiamos en ellos, pero no somos capaces de implicarnos ni para pagar una cuota mensual. Un último dato, el grado de afiliación de los empresarios a asociaciones que los agrupan (CEOE o similares) es del 72 %, la cara opuesta al asociacionismo de base y sin ánimo de lucro. Resulta triste comprobar que la miseria económica de los españoles se vea acompañada por tan vergonzosa miseria social.

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